“Cuando las cosas suceden con tal rapidez, nadie puede estar seguro de nada,
de nada en absoluto, ni siquiera de sí mismo”Milan Kundera, La Lentitud (1996)
¿El senyor cargol? ¿Por qué el senyor cargol? Esta es la pregunta más repetida desde que en el 1999 decidimos montar el estudio, esa y la de… uff, ¿estás seguro de querer trabajar con tu pareja?, pero esa es otra historia de la que quizás hablemos en otra ocasión. Hoy, para empezar con el bloc quería intentar explicaros el porqué del nombre y su relación con nuestra filosofía del oficio del diseño.
Aunque empezó como una broma cómico/romántica entre Mercè y yo, el senyor cargol no dejaba de ser una declaración de principios. Un inconsciente reflejo de la inquietud susurrada en distintos ámbitos de la sociedad que se planteaban hacia donde nos encaminaba la frenética vorágine de los 90 y la prisa por llegar al siglo XXI. Una protoidea de lo que ahora llamamos Slow movement y en el siglo XIX Morris llamaba Arts and Crafts. Como el ensayo de Carl Honoré, un elogio a la lentitud.
Pero para ser sinceros, en aquel momento lo hacíamos sin tener conciencia de formar parte de ninguna tendencia cultural, era simplemente una sutil rebeldía contra la generalizada opinión peyorativa de lo que significaba ser lento. Desde una pretendida visión empresarial lo lento ha sido sinónimo de poco eficiente, arrastrando además la percepción de que lo producido así es caro y alejado de la industria.
Nosotros no creíamos entonces, ni lo hacemos ahora, que algo sea bueno por lento ni malo por rápido, pero con nuestro nombre sí queríamos dejar claro que como un buen músico el diseño ha de encontrar el tempo giusto. La idea ha de cocer en la cabeza el tiempo necesario y la aceleración de los procesos solamente conlleva a probables errores o a soluciones inmediatas que sin la maduración suficientes se convierten en resultados mediocres, o demasiado estándares.
Y es que no estamos aquí para ganar ninguna carrera, estamos en esto para solucionar a través del diseño, problemas de comunicación gráfica. Para recrear en la medida de lo posible espacios para las personas, que estimulen su bienestar y objetos e imágenes que inciten a la agitación individual, social y cultural. Y todo eso aparece a través de la reflexión y la comprensión de nuestras actuaciones. Cómo afectan nuestros diseños, no solo a nuestros clientes sino a su entorno, forma parte de nuestra responsabilidad como creadores. Nuestra participación en el proceso industrial debería garantizar la mejor relación entre la necesidad real (no la creada por el mercado), el presupuesto, la dinamización económico/cultural y la reducción al mínimo de la huella medioambiental de nuestro diseño.
No ha sido fácil, la dinámica era otra. El éxito lo deteminaban otro tipo de negocios. Las tendencias gráficas se sucedían a una velocidad imposible de asimilar y mantener la coherencia en muchos momentos ha rozado la inconsciencia, pero el manifiesto slow design que Alastair Fuad-Luke lanzó en el 2003 reforzó lo que la lógica y nuestra idea de estilo de vida nos hacía creer. Que cada acto de des-aceleración es un empuje hacia adelante a la sociedad y que lo poco que podamos aportar desde nuestro conyugal pequeño estudio de diseño será una semilla más en pro de la lentitud. Así nos comprometemos a intentar defender los siguientes principios básicos:
- Establecer procesos de diseño con mayor tiempo para investigar, contemplar, ensayar el impacto del producto sobre la vida real y ajustarlo a la tarea para la que ha sido creado.
- Producción a partir de materiales locales o regionales, o diseño que se apoya en industrias, talleres y artesanos locales.
- Diseño que se centre en ciclos largos y estables, tales como el comportamiento humano y la sostenibilidad.
Y sí claro, no estamos para ganar ninguna carrera pero cabe recordar que la tortuga ganó a la liebre. ¿En qué momento se asimiló lento a torpe e ineficiente? Para mi es sinónimo de sereno, cuidadoso, receptivo, silencioso, intuitivo, pausado, paciente y receptivo.
Daniel Montes